III
-El incendio ha
sido provocado. Y sé por quién.
El hombre parece
muy seguro de sus palabras, así que realmente debe de tener claro
quién inició el fuego. Este anciano me transmite mucha paz, además
de confianza. Haruka tiene razón, es una persona muy honorable.
-¿Y quién
inició las llamas?
-Ven. -Pone su
mano en mi espalda, casi empujándome. -Te lo mostraré.
-Como quiera
usted.
Lo sigo fuera de
la casa hacia la fría noche.
Todavía
se me hace raro que haya cambios entre luz y oscuridad tan
constantemente. Pienso que, por mucho que lo intente, nunca me
llegaré a habituar del todo a Tennō.
Caminamos
hasta la zona donde antes se encontraba el fuego, ahora únicamente
habitada por las cenizas y la estructura de la cabaña que cubría.
El
padre de Haruka, quizá mi futuro suegro, se agacha y se pone en
cuclillas ante los restos, y comienza a remover las cenizas, como
buscando algo.
-Señor,
¿qué hace? -Alza la mano.
-Espera
y verás.
De
entre los despojos de la casa, el anciano se encuentra con una
especie de medallón, que quizá en otro tiempo fue dorado, pero
ahora es todo negro.
-¿Qué
es eso? -Pregunto.
-Esto,
hijo. -Me enseña la medalla. -Es lo que nos indica quién ha
provocado este incendio.
Cojo
el objeto entre mis manos, sintiéndolo extrañamente familiar. Está
muy desmejorado y manchado, así que voy limpiándolo poco a poco con
una toalla mientras caminamos hacia la persona que inició el fuego.
Y
entonces lo veo, lo peor que podría haber visto, lo que menos
esperaba. Estaba ahí, mi némesis, el medallón pertenece a la
familia de Tyr; ese logo es inconfundible.
Comienzo
a temblar, cada célula de mi cuerpo comienza a hacerlo y, a los
pocos segundos, me encuentro arrodillado en el suelo sollozando y con
la mirada perdida.
-¿Chico,
estás bien?
El
anciano padre de Haruka se agacha -con dificultad, de hecho- a mi
lado y comienza a zarandearme ligeramente a fin de hacerme despertar
de esta horrible pesadilla.
-Hijo.
Hijo, ¿me oyes?
Incluso
suena como mi padre, es increíble lo que es capaz de hacer la mente
de las personas. Hasta puedo verlo a él en vez de al anciano...
-Eh...
¡Despierta! ¿Demonios, qué te ocurre?
¿No
entiende que es inútil sacudirme? Ya volveré en mí en algún
momento. Debería irse, él no entiende nada de esto.
-¡Shinjin!
La
voz de Haruka me hace recobrar algo el sentido. Realmente ella tiene
esa capacidad para hacerme sentir cuando mi corazón y mi alma están
en busca y captura, perdidos en algún lugar lejano a mi cuerpo.
-¡Padre!
-Se agacha y coloca su mano sobre mi rostro. -Shinjin, ¿qué te
pasa?
Y
entonces reacciono por fin. Un pequeño atisbo de humanidad tras unos
minutos en los que la vida en mí brillaba por su ausencia.
Una
lágrima cae de mis ojos y baña las manos de la joven. La veo
escandalizarse por dentro, pero su cara decide no mostrar esta
expresión. Ella simplemente sonríe y me mira dulce, esperando por
mi próximo movimiento.
-Shinjin...
Vuelve...
-Tyr...
-Mi voz a penas llega a susurro. -Él...
Tras
largos minutos de inactividad, o al menos eso me parecía a mí, mi
voz y mi vida toman la decisión de volver. Realmente, no las echaba
de menos.
-Haruka...
-Me apoyo en ella y me levanto. -Estoy bien.
-¿Estás
seguro?
Pero,
antes de que pueda acabar la frase, yo ya estoy caminando lejos de
ella y de su padre. Se miran extrañados, pero deciden seguirme allá
donde sea que vaya.
Camino
-solo- cada vez más rápido. Haruka y su padre me siguen de no muy
lejos, pero me siento realmente lejano a ellos. Mi único compañero
es el viento, y tan solo se dedica a alborotar mi pelo.
De
pronto, mi pie ya no pisa nada, únicamente el aire, y caigo al
vacío.
Pero
entonces algo me frena, alguien ha agarrado mi mano; estoy salvado.
-Deberías
ver por donde andas, hay muchos metros hasta el suelo.
Intento
responder, pero lo único que sale de mis labios es un gemido.
-Esto
es Tennō, una ciudad flotante, recuérdalo.
Estira
de mi mano y, con ayuda de Haruka, quien acaba de llegar, me levanta,
por lo que caigo al suelo sano y salvo, justo encima de la misteriosa
chica que acaba de librarme de caer al vacío y morir.
-Gracias.
-Sonrío.
Y
entonces es cuando lo veo, aquello que realmente menos creía ver.
-Tú..
Tú... Tú eres... No puede ser.
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