lunes, 7 de abril de 2014

Sueños Espiral (XIII)





III

-El incendio ha sido provocado. Y sé por quién.

El hombre parece muy seguro de sus palabras, así que realmente debe de tener claro quién inició el fuego. Este anciano me transmite mucha paz, además de confianza. Haruka tiene razón, es una persona muy honorable.

-¿Y quién inició las llamas?

-Ven. -Pone su mano en mi espalda, casi empujándome. -Te lo mostraré.

-Como quiera usted.

Lo sigo fuera de la casa hacia la fría noche.

Todavía se me hace raro que haya cambios entre luz y oscuridad tan constantemente. Pienso que, por mucho que lo intente, nunca me llegaré a habituar del todo a Tennō.

Caminamos hasta la zona donde antes se encontraba el fuego, ahora únicamente habitada por las cenizas y la estructura de la cabaña que cubría.

El padre de Haruka, quizá mi futuro suegro, se agacha y se pone en cuclillas ante los restos, y comienza a remover las cenizas, como buscando algo.

-Señor, ¿qué hace? -Alza la mano.

-Espera y verás.

De entre los despojos de la casa, el anciano se encuentra con una especie de medallón, que quizá en otro tiempo fue dorado, pero ahora es todo negro.

-¿Qué es eso? -Pregunto.

-Esto, hijo. -Me enseña la medalla. -Es lo que nos indica quién ha provocado este incendio.

Cojo el objeto entre mis manos, sintiéndolo extrañamente familiar. Está muy desmejorado y manchado, así que voy limpiándolo poco a poco con una toalla mientras caminamos hacia la persona que inició el fuego.

Y entonces lo veo, lo peor que podría haber visto, lo que menos esperaba. Estaba ahí, mi némesis, el medallón pertenece a la familia de Tyr; ese logo es inconfundible.

Comienzo a temblar, cada célula de mi cuerpo comienza a hacerlo y, a los pocos segundos, me encuentro arrodillado en el suelo sollozando y con la mirada perdida.



-¿Chico, estás bien?

El anciano padre de Haruka se agacha -con dificultad, de hecho- a mi lado y comienza a zarandearme ligeramente a fin de hacerme despertar de esta horrible pesadilla.

-Hijo. Hijo, ¿me oyes?

Incluso suena como mi padre, es increíble lo que es capaz de hacer la mente de las personas. Hasta puedo verlo a él en vez de al anciano...

-Eh... ¡Despierta! ¿Demonios, qué te ocurre?

¿No entiende que es inútil sacudirme? Ya volveré en mí en algún momento. Debería irse, él no entiende nada de esto.

-¡Shinjin!

La voz de Haruka me hace recobrar algo el sentido. Realmente ella tiene esa capacidad para hacerme sentir cuando mi corazón y mi alma están en busca y captura, perdidos en algún lugar lejano a mi cuerpo.

-¡Padre! -Se agacha y coloca su mano sobre mi rostro. -Shinjin, ¿qué te pasa?

Y entonces reacciono por fin. Un pequeño atisbo de humanidad tras unos minutos en los que la vida en mí brillaba por su ausencia.

Una lágrima cae de mis ojos y baña las manos de la joven. La veo escandalizarse por dentro, pero su cara decide no mostrar esta expresión. Ella simplemente sonríe y me mira dulce, esperando por mi próximo movimiento.

-Shinjin... Vuelve...

-Tyr... -Mi voz a penas llega a susurro. -Él...

Tras largos minutos de inactividad, o al menos eso me parecía a mí, mi voz y mi vida toman la decisión de volver. Realmente, no las echaba de menos.

-Haruka... -Me apoyo en ella y me levanto. -Estoy bien.

-¿Estás seguro?

Pero, antes de que pueda acabar la frase, yo ya estoy caminando lejos de ella y de su padre. Se miran extrañados, pero deciden seguirme allá donde sea que vaya.

Camino -solo- cada vez más rápido. Haruka y su padre me siguen de no muy lejos, pero me siento realmente lejano a ellos. Mi único compañero es el viento, y tan solo se dedica a alborotar mi pelo.

De pronto, mi pie ya no pisa nada, únicamente el aire, y caigo al vacío.



Pero entonces algo me frena, alguien ha agarrado mi mano; estoy salvado.

-Deberías ver por donde andas, hay muchos metros hasta el suelo.

Intento responder, pero lo único que sale de mis labios es un gemido.

-Esto es Tennō, una ciudad flotante, recuérdalo.

Estira de mi mano y, con ayuda de Haruka, quien acaba de llegar, me levanta, por lo que caigo al suelo sano y salvo, justo encima de la misteriosa chica que acaba de librarme de caer al vacío y morir.

-Gracias. -Sonrío.

Y entonces es cuando lo veo, aquello que realmente menos creía ver.

-Tú.. Tú... Tú eres... No puede ser.

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