lunes, 26 de mayo de 2014

Sueños Espiral (XXXII)






XI
Eyland

No puede ser. No llego a creerlo. Mis padres, Desmond, ¿muertos? No es posible. Me niego a aceptar tal cosa. ¿Cómo pueden haber muerto ellos? Nunca fuimos del todo cariñosos, pero, maldita sea, ¡yo los quería!

-A lo mejor... Con suerte...

Eso es todo lo que consigo decir. Este golpe ha sido el más fuerte de toda mi vida, y eso que Shaw no se guardó nada en nuestros últimos encuentros.

-Eyland. -Engla me obliga a mirarla. -Déjalo estar, ¿vale?

-¡¿Cómo que lo deje estar?!

Grito de forma exagerada, agitando las manos. ¿No entiende que acabo de perder a mis padres? ¡Claro que no! Ella es capaz de arrasar un pueblo con tal de alcanzar sus propios objetivos. -No puedo... No...

Entierro mi cara en mis manos y lloro, lloro tanto que jamás podría haber imaginado hacerlo. Es tan frustrante esto... Ella me da la mala noticia y se queda tan normal como siempre, parece insensible. Yo, en cambio...

Y caigo de nuevo.

-Eyland. -Engla pone el piloto automático y se levanta. -¡Basta! -Me da una bofetada con todas sus fuerzas que convierte el tono rosado de mi rostro en uno rojo mucho más vivo.

-¿Por qué...? -Me pongo la mano en la zona dolorida y la miro fijamente. Y es entonces cuando por fin lo comprendo, cuando me doy cuenta de su golpe no tenía nada que ver conmigo.

-Sólo déjalo pasar, Eyland.

-Tú... -Es obvio que esto la está trastornando.

-¿Yo qué? -Contesta de forma brusca. Definitivamente hay algo.

-¿Qué ocurre? ¿Qué te pasa?

-Oh. -Suaviza su rostro y sonríe de forma muy poco convincente. -Así que te has dado cuenta.




-Algunas veces soy perspicaz.

-Algunas, sí. -Sonríe de nuevo. -A veces demasiado, señor de las espirales...

-¿Señor de las espirales? -Engla, al ver la cara que se me queda, se echa a reír y, como es habitual últimamente, me contagia la risa. Se agradece.

-Ay, sienta bien reír, para variar.

-Engla. -Es hora de ponerse serios. -Quiero que me expliques lo que te pasa.

-Si lo hago, quiero que me prometas algo. -Torna su expresión mucho más dura. -Sea lo que sea.

-Pero... -¿Sea lo que sea? De aquí no puede salir nada bueno. -Sí, dime.

-Vale. Te explico. -Aclara su garganta. -Pues, verás... Me he puesto así hace un momento porque mis padres... Bueno, hace tiempo que se fueron. -Quiero preguntar, pero antes de que pueda pronunciar palabra, me corta y continúa hablando. -Ese al que tú llamas Joseph, los mató. Mis padres eran los que controlaban Upsala, la nave en la que vive El Clan, y él decidió cambiar eso. Los asesinó y ahora es él quien toma todas las decisiones allí.

-¿Él fue capaz de algo así?

-Oh. Te sorprendería a lo que puede llegar su ambición.

-Es impresionante. -Vaya... -Bueno, ¿qué querías pedirme?

-Es algo delicado...

-Dime. -Pongo su mano entre las mías. -Lo haré.

-Quiero que me ayudes a matar a Capomafia.

-¡¿Qué?!

-Sí, tenemos un plan para hacerlo. Te lo explicaré cuando lleguemos.

-¿Tenemos? ¿Quién más hay en esto?

-El cerebro del plan. No te gustará saber de quién hablo.

¿Qué? ¿Ayudar a Tyr en un plan, sea el que sea? No, no, de ninguna manera. Ese chico... No podría hacer algo así.

-Lo siento Engla, pero no...

-Lo entiendo. -Me corta.



-Bueno... -Ya no puedo decirle que no, ahora es demasiado tarde. -Lo prometí. Pero, en cuanto acabemos con Joseph, dejaremos a Tyr de lado, ¿vale?

-No pensaba hacerlo de otra forma.

*****

-Bueno, hemos llegado. -Engla abre la compuerta de la nave y ambos bajamos. -¿Qué te parece?

-La verdad... Es que es impresionante.

Ya lo era desde fuera. Es el vehículo más grande que he visto jamás, es casi tan grande como Niflheim, y ya es decir. Avanzamos entre las naves hasta encontrar una puerta al fondo del enorme garaje.

-¿Se puede saber a dónde vamos a ir ahora?

-Bueno. -Se gira y me mira. -Digamos que hay alguien que quiere verte antes de eso. Ahora verás.

*****

-Hola, Eyland. No esperaba volver a verte.

-Engla, ¿podemos hablar en privado?

Nos alejo de la chica y busco algún pasillo por el que introducirnos. ¿Por qué me ha traído aquí, a verla a ella? ¿Qué ganaba ella con eso? Una vez estamos suficientemente lejos, la empujo contra una pared:

-¿Qué pretendes, Engla?

-Le debía un favor después de lo hice.

-¿Pero no lo entiendes? ¡Anayansi me odia! Yo la dejé allí...

-No fue culpa tuya, ¿vale?

-Sí, claro que lo fue. -No quiero seguir más con esta conversación, por lo que me alejo de ella y cruzo el pasillo.

-Eyland, espera. -Me giro hacia ella.




-¿Qué quieres ahora, Engla?

-También fue culpa mía, ¿recuerdas? Fui yo quien la golpeó.

-Yo... -Dios, ¿cómo pude no pensar en eso? -Lo olvidé... Lo siento, de verdad.

La abrazo de forma delicada, secando las pocas lágrimas que se habían empezado a formar en sus ojos con mis manos. En realidad ella se siente mal por todo lo que hizo, ¿será que Joseph siempre la obligó?

-Vámonos, ¿vale?

-Está bien.

Asiente y, sin soltar su cintura, camino de nuevo junto con ella hacia la celda de aislamiento en la que se encontraba Anayansi. No sé si seré capaz de volver a mirarla a los ojos, o si ella podrá dejar de tener una mala imagen de mí. Pronto llegamos junto a la ex-princesa y ella, al vernos, nos mira de forma tremendamente extrañada.

-¿Qué está pasando aquí? -Nos señala. -Os estáis abrazando.

-¿Qué tiene eso de raro?

-¡¿Perdón?! ¡Vosotros os odiáis, maldita sea!

-Y lo hacemos.

-Y lo hacemos -Decimos al unísono, y automáticamente reímos.

-¿Y entonces? -Agita las manos, está desesperada por comprender.

-Digamos que...

-Un par de cosas han cambiado desde la última vez que nos vimos. -Me corta Engla, como siempre hace...

-Es cosa tuya, ¿verdad? -Me señala directamente. Sus ojos arden de rabia. -Tú siempre fuiste un manipulador nato.

-Es no es... -Engla intenta interrumpirla, sin resultado.

-Dime, Eyland. ¿Cómo la persuadiste? -Mira a la chica entre mis brazos. -¿Qué hizo para convencerte?

-En realidad... -Responde Engla. -Todo esto es cosa mía. Yo fui la que fue a buscarlo. De hecho, él está aquí ahora porque yo se lo pedí.

-¿Y cómo lo has hecho para que te haga caso?

-Él también se sentía mal.


-Entiendo. -Me mira. -Eyland...

-¿Sí?

-Me gustaría comentarte una cosa. -Gira su cabeza hacia Engla. -En privado, si es posible.

-Claro. -Suelto a la chica, sin demasiadas ganas, demorándome todo lo posible y entro en la celda con Anayansi. -¿De qué se trata?

-Princesa. -Dice Engla desde fuera. -Lo estaré viendo todo por el cristal. Como se te ocurra hacer lo más mínimo...

-Sí. -Anayansi asiente. -Entendido. -Engla se aleja, pero se queda a pocos metros de la celda transparente.

-¿Y bien? -Digo.

-Mi padre...

-¿El rey?

-Sí. -Asiente de nuevo.

-¿Qué pasa con él?

-Él... Él está...

-¡Anayansi!

De pronto, la joven princesa cae bruscamente entre mis brazos y un círculo rojo se comienza a formar en su frente, es un peso muerto.

-¡No! ¡No! ¡La habéis matado! -Engla, al ver que la joven se desploma, sale corriendo y entra en la celda.

-¿Qué ha pasado, Eyland?

-La han matado, digo con voz fría.

-¿Quién? ¿Cómo?

-Un disparo. En la cabeza. -Busco en todas partes al francotirador con la mirada. ¿Dónde estará ese maldito? -En cuanto a lo otro...

-He sido yo.

Giro la cabeza y miro fuera de la celda. Parado justo frente a nosotros se encuentra Tyr, con un arma en la mano, pero la voz no le pertenece a él.



-¿Papá?


-Así es, Eyland. Yo soy parte del Clan. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario