sábado, 13 de junio de 2015

Último Rugido (XIII)







II
Eyland

Todo ocurre tan deprisa que apenas soy consciente de la mitad de las cosas que ocurren. Casi de forma automática, Engla se agacha, saca una pistola que tenía escondida en el tobillo y apunta a la puerta de la que salió el ahora sin vida guardia del Clan.
-¿Dónde has conseguido...?
Pero no soy capaz de terminar la frase, pues muchos otros secuaces de Olaf aparecen -y a los pocos segundos caen, a manos de Engla y el francotirador misterioso- en el claro del bosque. Todavía no me creo que ese maldito haya sido capaz de traicionarme de esta manera. ¿O es que, en realidad, siempre estuvo del lado de Impeesa e interpretó su papel como amigo mío? A estas alturas hasta me lo esperaría.
Hago lo posible por levantarme, pero no es una tarea en absoluto fácil. Si al hecho de que me falta un pie -me cae una lágrima al pensar en ello, suave, lisa, corriendo con delicadeza por mi rostro- le añadimos que me han drogado para que no sienta dolor, conseguimos un Eyland muy poco útil actualmente.
Como no soy realmente capaz de hacer mucho más que sollozar en el suello, me quedo aquí plantado, observando cómo Engla y su ayudante anónimo masacran a los guardias del Clan sin tan siquiera despeinarse. Ya van trece, creo, cuando dejan de salir por la puerda. ¿Sería ese el último?
-Vamos, Shinjin. -Me obliga a apoyarme en su hombro y echar a andas. ¿Pero hacia dónde estamos yendo? -No tenemos mucho tiempo.
-¿No tenemos tiempo para qué?
Pero la pregunta se responde a sí misma. Como de la nada, un pequeño helicóptero militar, con varios cañones y ametralladoras, aparece en el cielo justo sobre nosotros y aterriza en el claro del bosque. Engla, corriendo con una fiereza sobrehumana, me lanza en el interior y se gira justo a tiempo para acabar con un nuevo guardia que salía por la puerta.
-Date prisa, chica. -La voz de la piloto llega desde la parte delantera del vehículo.
-Por supuesto.
Acaba con un segundo hombre y sube al helicóptero, que despega de inmediato. El mismísimo Olaf aparece entonces y le alcanza el hombro con una bala mientras la subo. Pero no es eso aquello que capta mi atención, es el hombre al lado de mi ex-amigo.
-Has estado aquí todo el tiempo y no lo supe... Bien jugado, Impeesa.

sábado, 23 de mayo de 2015

Último Rugido (XII)











Un Daño Irreparable













I
Eyland


¿Dónde han quedado todas esas luces que siempre había habido a mi alrededor? ¿Adónde se han marchado? Y, lo que es más importante, ¿por qué lo han hecho? Ahora ya nada me envuelve, únicamente el negro de una oscuridad que lleva intentando consumirme desde dentro a partir del día en que nací. Ahora mismo no parece tan mala idea permitirle hacerlo...
Noto las gotas de agua caer sobre mi desnudo cuello. Se sienten realmente frías, pero, ¿realmente alguna vez he sido capaz de sentir algo diferente a eso? Por muchos pequeños vestigios de calor o fuego que haya notado en mi interior, únicamente puedo afirmar que he vivido encerrado en un sarcófago de hielo.
Todo cuanto creía cierto es un engaño, y toda persona en la que llegué a confiar se ha puesto ahora en mi contra. ¿Será que, de verdad, como una vez me dijo Tyr, soy el causante de todos los problemas que han acontecido hasta ahora?
No soy capaz de moverme, mis pies no responden, aunque, la verdad, tampoco quiero hacerlo. El viento gélido, pues no podía ser de otra manera, me golpea fuertemente en la cara y hace ondear mi ahora larga melena. ¿Hace cuánto que dejé de parar atención a mi aspecto físico y a mi vestimenta? Aunque, bien visto, ¿qué másda? No puedo parecer ya más demacrado...
Recuerdo cómo empezó todo y no puedo dejar de preguntarme qué es lo que hice mal, qué fue lo que pasó entonces para llegar a este punto. ¿Debí simplemente tomar el papel de amigo enrollado cuando Paul y Lysandra se conocieron? De verdad que no lo sé.
El suelo comienza a moverse bajo mis pies, soy capaz de notarlo a pesar de que no son ellos los que me hacen percibirlo, es la repentina sensación de mareo que nace en mi cabeza y se expande por todo mi cuerpo de la misma forma en la que lo hacen los temblores de un terremoto quebrando la tierra.
Aunque, la verdad es que, en cierto modo, yo también me siento quebrado por dentro. ¿Cuándo fue la última vez que experimenté esa sensación de verdadera seguridad y de paz con el mundo y conmigo mismo? Debió de ser hace mucho...
De pronto, un sonido estruendoroso, equivalente al de un trueno, que desgarra mis oídos y una luz cegadora que lo baña todo de blanco:
-Agua, fuego, viento, tierra y electricidad. Cinco elementos. Cinco sentidos. ¿Cuál será el adecuado para ti, Eyland? ¿Y cuáles caracterizan a tus enemigos?
Y de nuevo oscuridad.


Mis ojos se abren, aunque no soy capaz de vislumbrar nada. Mi cabeza da vueltas y vueltas... ¿Qué ha pasado? No veo nada más que simples sombras, sombras que me acechan y acompañan de nuevo. Todo a mi alrededor sigue estando oscuro, ¿seguro que no fue un sueño todo lo de antes?
-¿Qué me ocurre?
Lo intento, pero soy incapaz de moverme y andar correctamente. Maldita sea, ¿por qué no me funcionan las piernas como debería, qué es lo que me ha sucedido? Aunque todas esas preguntas quedan sin respuesta cuando, de pronto, la oscuridad empieza a disiparse, a pesar de que a muy pequeña escala. A lo lejos aparece una luz, creo que se trata de una especie de foco azul, pero no sabría decirlo con certeza.
-Tengo que acercarme.
Utilizando las manos y brazos como motor, hago lo posible por conseguirlo, arrastrándome por el suelo como si fuera un inválido sin su silla de ruedas. Maldita sea, ¿por qué no me reaccionan las poernas? Me siento inútil, joder.
-Un poco más...
Wow, no me había dado centa de lo cerca que estaba ya. Tengo la luz aul apenas a un metro, o ni tan siquiera eso. Pero, tanto a ella como a mí, nos envuelve una fina capa de humo, como una especie de niebla.
-Ya casi...
Un empujón más con los brazos y atravieso la bruma gris. No... No es un foco, no. Se trata de una espece de hoguera, y parece que el fuego azul que la compone crece y crece por momentos. Jamás en mi vida había visto nada parecido.
-¿Pero qué? ¿Va a...?
La llama se hace grande de forma desmesurada y sin previo aviso, engulléndome en su interior. Pero, un momento, algo falla aquí. No estoy ardiendo, no quema, no duele, nada. Definitivamente sigo durmiendo.
-No entiendo nada.
Y, tan rápido como me traga, se produce un fogonazo y todo se vuelve azul.



¿Qué ha sido eso? ¿De verdad fue un sueño o fue todo una invención de mi trastornada y maltrecha cabeza? El fuego, esa luz... No entiendo nada de nada. Maldita sea, ¿qué le está pasando a mi cerebro? Creo que se ha frito con la llama...
Como puedo, me incorporo en el catre improvisado en el que me encuentro. Es extraño, no es todo negro lo que me envuelve. Al contrario, la habitación al completo, mobiliario y paredes, son blancos, aunque no sé si eso realmente es una señal de que por fin estoy despierto. Tengo que levantarme y salir a la calle. Puedo verlo perfectamente a través de la enorme ventana a diez metros de mí, un claro en lo que parece ser un bosque tropical. Si tan solo pudiera llegar a la hierba...
-Uno...
Cojo aire.
-Dos...
Apoyo los brazos a los laterales de la colchoneta.
-Tres,
Me impulso con los codos y consigo poner los pies en el suelo... o al menos uno de ellos. El otro parece haberse doblado, pues únicamente noto el tobillo chocar contra el frío mármol, lo que me hace caer de bruces, golpeándome fuertemente la nariz.
-Joder.
Grito, pero acabo por ahogar el alarido de dolor en cuanto presto atención en el enorme charco de sangre del catre y en el que se ha formado también debajo de mí, manchándome la cara con el viscoso y caliente fluido.
-Un momento... ¡¿Qué?!
No doy crédito a mis ojos. Está... Está... No está. Mis pupilas completamente dilatadas, vibrando, y la mayor mueca de sorpresa de toda mi vida asomando en mi rostro. Pero... ¿cómo? ¿Cuándo? Debo de estar todavía soñando.
-No puede ser. No, no, no. Me niego a creerlo. -Las lágimas hacen su intento de salir, pero decido retenerlas con todas mis fuerzas. -Esto tiene que ser una broma.
Intento ponerme de pie de nuevo, en vano. En cuanto me impulso para levantarme con los brazos, mi atrofiada pierna no responde y caigo por segunda vez al suelo, llevándome conmigo la sábana teñida de rojo que me ha acompañado durante las últimas horas. ¿O han sido días? O quizá simplemente minutos... Ya no lo sé.
-Necesito aire... -Jadeo y sollozo desde el frío mármol blanco. -Necesito aire fresco...
Lo último que me hace falta ahora mismo es que este viciadísimo ambiente me consuma y acabe por llevarme a la depresión más infinita. Sigo durmiendo, en cuanto salga fuera me despertaré, lo sé.
-Vamos allá, un último intento.
Arrastrándome por el suelo de baldosas blancas de lo que parece ser una enfermería y vencido por mi propia decadencia, me acerco poco a poco hacia el maravilloso jardín particular de Lofoten, dejando un reguero de sangre tras de mí. ¿O era Lunt? Ya ni siquiera lo recuerdo.
-Ahora, en cuanto toque la hierba, todo se desvanecerá y amaneceré en Niflheim, con Engla, Argus y Will, seguro.
Pero no es así. Avanzo lentamente y, tras alcanzar la cornisa de la ventana, empujarme hacia el exterior y caer en el claro del bosque tropical, el único cambio notable es que el verde se tiñe de rojo y que el viento hacerse sentir
-Así que al final va a ser verdad...
-¡Eyland!
De pronto, Engla aparece corriendo sobre la verde hierba hacia mí, con el pelo completamente despeinado, unas ojeras kilométricas, la expresión desencajada y la ropa hecha un desastre, parece que haya vivido un suplicio durante este tiempo.
-Por fin despertaste.
En cuanto llega a mi lado, se tumba junto a mí en el césped y me abraza, fuerte, como si por fin tuviera lo que llevaba tiempo esperando y no tuviera la más mínima intención de dejarlo ir. ¿Habrá estado ella cuidándome mientras estuve dormido como lo hizo Haruka cuando llegué a Tennō?
-Me tenías preocupadísima, ¿sabes? Hace días que...
-Mi pie. -La interumpo. Necesito saberlo. -¿Qué pasó?
-Olaf y esos salvajes te ataron y... -Agacha la cabeza y comienza a sollozar en mi cuello. -Yo... No pude... -Noto sus lágrimas caer sobre mi piel desnuda.
-Así que es verdad. -Río, casi a base de espasmos, temblando. -El pie... -La carcajada se hace más y más sonora. -Ya no está.
Y la risa se convierte en un llanto sin mesura. Engla me abraza con más fuerza y me acaricia la cabeza, pero eso no frena a las innumerables gotas que hasta hace poco había sido capaz de contener.
-No está.
Y la depresión pasa a rabia.
-No está.
Aparto a Engla y me giro, quedando de cara al suelo.
-No está.
Las lágrimas caen incontrolables por mi rostro, pero casi se evaporan a causa del calor de mi enfado, casi parecen carros de fuego desvaneciéndose en el ruedo.
-¡Joder!
Grito a la vez que doy un puñetazo en el suelo que hace salir volando de sus nidos en los árboles a los pájaros. Debe de haberse oído en toda la isla, como mínimo. ¿Por qué me tienen que ocurrir estas cosas a mí? Es injusto.
-¡Joder!
Chillo y golpeo de nuevo, pero eso no es lo único que ocurre esta vez. A la misma velocidad que el vuelo de los gorriones una puerta se abre de par en par a mi derecha y escucho a alguien correr. Se dirige hacia mí, y sé por el ruido metálico que hace al desplazarse que va armado.
-¡Se ha escapado! ¡El preso ha salido de su!
Intenta dar la voz de alarma al resto de secuaces de Olaf -y también a sí mismo-, sin resultado. Oigo perfectamente cómo cae al suelo de golpe, sin ser capaz de terminar la frase.
-¿Qué ha pasado?
Levanto la mirada hacia él.
-¡¿Pero qué...?!
El guardia está rodeado de un charco enorme de sangre y tiene un agujero de bala justo encima del ojo, es cadáver. ¿Quién ha...?

jueves, 9 de abril de 2015

Último Rugido (XI)







XI
Engla

-¡Eyland! -Le responde el niño casi al instante. ¿Es este tu hermano, Shinjin? ¿Ese al que tanto estamos buscando? Bueno, ya podemos dejar de hacerlo...
-¡¿Qué haces tú con él?!
Pregunta acto seguido. Aunque, la verdad, no sé si se dirige al chiquillo o a Impeesa. Por fin he podido verle la cara a este hombre. Lo ansiaba hace tanto tiempo... Fue casi una tortura para mí recibir órdenes de alguien a quien no podía ver... hasta ahora. Aunque claro, también es verdad que hace mucho que dejé de seguirlas...
Parece ser que me he perdido gran parte del espectáculo que presenta el gran lobo, porque el pequeño Desmond está ahora mucho más cerca de la pantalla, al igual que su hermano mayor, y no se ve al viejo por ninguna parte. ¿Qué está sucediendo?
-Tienes que ayudarme... -Susurra el niño.
-Eso quiero... -Las lágrimas comienzan a nacer y caer de los ojos de Eyland. Me está destrozando verlo así.
-Sálvame, por favor...
-Lo estoy intentadndo. -Ahora ya casi parece un río lo que baja por su rostro. Las pequeñas gotas se han convertido en un chorro constante y húmedo.
-Pues ven aquí y líbrame de ellos. Demuéstralo. -Dice, de pronto. ¿De verdad este es el niño inocente de apenas diez años del que me hablaba?
-¿Aquí dónde, Desmond? -Eyland incluso se ha puesto rojo. La impotencia, la culpabilidad y la desidia están acabando con él. Tienes que calmarte, Shinjin. Y, para ayudar en esta tarea, lo abrazo por la espalda. Ya casi es costumbre.
-Estamos en el archipiélago de Lofoten, pero no sé por cuánto tiempo. Ven rápido, por favor...
-¡¿Qué haces hablando?! -La voz del gran lobo retumba por toda la nave, y el mismo Impeesa aparece en la pantalla. -¡¿Qué le has dicho?!
-Nada... -El niño llora y tiembla de forma casi inhumana, está aterrado. -No... No he podido decir nada... Lo juro... -Junta las manos implorando perdón. No lo soporto más.
-Déjalo en paz, monstruo. -Digo, por fin. Parece ser que mi institnto maternal ha aflorado antes de lo esperado. -Te está diciendo la verdad, ¿no ves cómo está? -Grito más de lo debibo mientras hago la pregunta.
-Oh, ¿pero qué tenemos aquí? Una dama peleona. ¿Tú también has resurgido de tus cenizas, siguiendo con la tradición? -Y ríe a carcajadas. ¿Qué?
-¡No te metas en esto! -Chilla el niño entre lágrimas. ¿Cómo? -El señor Impeesa me trata muy bien. Casi como si fuera nieto suyo. -¿Y este cambio?
-Pero... Pero... -No sé qué decir, y aún así he encajado mejor el comentario que Eyland.
-Has dicho... Sí, tú has dicho... Lo has llamado... Se-Se-Señor...
-Así es, hermano. -Responde frío a los tartamudeos del chico. ¿Qué está pasando aquí? -Él es mi señor.
-¿Te has quedado helado, Eyland Rise? -Dice Impeesa, entre risas. -Soy su amo y también su protector.
-Tú no eres el protector de nada ni de nadie. -Replica con rabia y sé, que de ser un encuentro cara a cara, le habría escupido.
-Te equivocas, amigo. En este momento te estoy cuidando a ti. -De pronto, calla y me señala con la cabeza. -Y a ella.
-¿Engla? ¿Qué tiene que ver ella con esto?
-¿De verdad lo has olvidado? -Yo no. -Traicionó a mi organización, que también era la de su familia y la suya propia, y te salvó de morir a manos de una de mis ratas. Merece incluso más que tú la muerte. -Serás tú el asesinado, lo juro por mi apellido Fire. -Y, dicho esto, me parece que voy a cortar la conexión.
-¡Eyla...! -Pero el niño no puede terminar la frase. Al menos, no dentro de la llamada.
-Mi... Mi hermano... -Parece que le ha afectado bastante. Está blanco como la nieve de Niflheim. -Desmond... Está... Está com Impeesa.
-Yo... Lo siento, Eyland. De haberlo sabido no te habría dejado coger... -Me parte el corazón verlo así, de verdad.
-No, Engla. Tenía que hacerlo. Tenía que saberlo.
-Y ahora que lo sabes, ¿qué?
-Ahora... Ahora vamos al archipiélago de Lofoten.
-Pero... No sé. Yo creo que es una trampa.
-¿Y si no lo es? ¿Y si mi hermano de verdad quería, necesitaba, que lo sacara de allí?
Es una posibilidad, claro. Pero... La vida me ha enseñado a desconfiar antes de hacer algo, cualquier cosa, con la ayuda de algún desconocido. Además... seguimos teniendo que encontrar a esa rata huidiza de Olaf. No ha cambiado en absoluto.
>>> Recuerdo aquella vez, hace ya años, cuando yo aún era Cometa y no se me conocía por mi nombre, en la que hizo algo que realmente cabreó a mi padre. Nunca supe qué fue, ni por qué lo hizo, pero lo que sí supe es que, esa misma noche, Olaf había dejado Upsala sin dejar rastro alguno de su paradero.
-Tenemos que ir allí.
-Entonces... ¿Crees a mi hermano? -Eyland me mira con ojos de niño pequeño.
-Si de verdad está allí, y con Impeesa, no solo tendrás la oportunidad de salvarlo. También podrás...
-Acabar con ese cerdo de una vez por todas. -Termina la frase por mí.
-Exacto.
Y así, sin más, cambiamos nuestro rumbo, sin importar nada más. Ya volveremos a Agder después de todo esto. Claro que yo tenía por seguro que esto era un suicidio cuando lo he propuesto. Así que, para superar el miedo, pongo el control automático y lo beso, con ganas. Con muchas ganas, muchísimas. 
 

-Ya falta muy poco para llegar. -Dice, tras separarse lentamente de mí. No, por favor, vuelve aquí, era tan cálido estar contigo...
-¿Un úlimo beso? -Sonrío desde mi asiento.
-Por supuesto.
Y, sin dudarlo, me lo da. Si de verdad vamos a morir ahí abajo alguno de los dos, al menos llevarnos un buen sabor en los labios.
Bajo el cielo violeta, me separo de él y tomo los mandos de la nave para hacerla descender a la isla más grande, con mucha diferencia, del archipiélago de Lofoten. Si no recuerdo mal, aquí fue donde Eyland casi pierde a su primo, así que tendré que tener cuidado con lo que diga a partir de ahora.
Estaciono la nave en un claro que veo, así como lo hicimos en Lunt. Aunque, por supuesto, este lugar no se parece en lo más mínimo a aquel. Lo que allí era un bosque, aquí es una jauría de árboles, a cada cual más grande, luchando por robarle espacio al prójimo. Las playas de arena fina de Niflheim, el puerto de Upsala o los acantilados de Lunt y de Agder no tienen nada que ver con esto. Aquí la vegetación cubre todo el suelo, llegando incluso al nivel del mar.
-Vaya sitio este, eh. -Susurro, para evitar ser oída. Por si las moscas.
-Sí... Y ahora, ¿qué?
-Simple. Yo estudié este lugar a conciencia durante mi formación en El Clan. Entre toda la flora y fauna, en el corazón de la isla, hay un edificio enorme que construimos hace tiempo. Tiene dos entradas.
-Vaya, pues sí que lo sabes bien. -Ríe.
-Esto es serio, Eyland. -Pueden matarnos.
-Lo siento. -Agacha la cabeza.
-Bien. Si conozco bien al Clan, y me da que lo hago, habrá un par de guardias en cada puerta, es nuestro método habitual de defensa. Tenemos las armas que nos prestó Argus, con sus respectivos silenciadores. No nos costará mucho.
-¿Y luego?
-Una vez dentro, rastrearé la posición de la sala principal. Tu hermano estará con él. Si Desmond ha dicho la verdad, vamos a tener que llevar mucho cuidado. ¿Lo has entendido todo, Eyland? -Porque no quiero que te pase nada.
-A la perfección, querida.
Sonríe, y yo le sonrío de vuelta, y nos ponemos en marcha, esquivando árboles y guiados por el minimapa de mi antigua muñequera del Clan. Por favor, espero que esto salga según lo planeado. Solo pido eso.
Tras casi una hora alcanzamos el punto exacto en el que se debería encontrar el edificio-base del Clan. Nos miramos, cogemos nuestas armas y tomamos aire. Todo lo que venga a continuación depende de esto. Atravieso la maleza, seguida de Eyland, alzo mi fusil y...
-Nada. El lugar está desierto.
-¿Qué ocurre, Engla? ¿Y los guardias que protegen la puerta?
-Ocurre que tu hermano nos ha... -Pero no puedo terminar la frase. Una mano me tapa la boca violentamente.
-Solo lo ha hecho en parte... -Susurra en mi oído el hombre que me tiene agarrada.
-Ahora vamos a hacer algo que deberíamos haber hecho hace mucho.
Yo... Yo conozco esa voz, esa horrible y grave voz. Quien está hablando es... Y, tal y como pensaba, ante mí aparece Olaf, seguido de una de esas criaturas de Niflheim con Eyland agarrado del cuello, semiinconsciente. Pero esa cosa tiene algo de especial... Parece mucho más humana que las que casi me matan, incluso...
-No creo que quieras ver esto, preciosa. -Dice el hombre a mi espalda. Y sé, cuando bajo la mirada hacia su mano, que es otra criatura como la que está con Olaf. Ese maldito no ha cambiado nada de nada.
-Traedme el hacha. -Pide. Y, al instante, aparece una de ellas que se la lleva. Muchas otras salen de detrás de la maleza y nos rodean. ¿Qué pasa aquí? -¿Te gustan, Cometa? -Sonríe. -Yo los llamo Salvajes. Los tengo entrenados, ¿sabes? Y ahora... -El Salvaje a su lado deja a Eyland en el suelo de baldosas de la entrada del edificio. -Justicia.
-Esto es por tu bien, preciosa.
Noto un golpe tremendo en la cabeza y caigo al suelo.


¿Qué... Qué ha pasado? Recuerdo llegar a Lofoten, y luego apareció Olaf, y entonces...
-¡Eyland! -Grito. Pero nadie parece oírme. -¿Dónde está?
Me duele tremendamente la cabeza y, aunque a cada segundo que pasa veo con más claridad, me cuesta saber dónde me encuentro. Creo que esto es el interior del edificio... Y entonces lo veo, ya de forma clara, justo delante de mí, tumbado en una camilla.
Pero no está como siempre, hay algo raro en él. Tiene uno de los muslos y la rodilla que le sigue muy entumecidos, la pantorrilla llena de sangre, y el pie...
-No... No... No hay pie.

jueves, 19 de marzo de 2015

Último Rugido (X)







X
Eyland

-¿Con una lanza? Qué final más triste y simple... .El hombre ríe a carcajadas otra vez. -Muy digno de mi hermano mayor.
-¿Tu... hermano? -¿Entonces... tú no eres Joseph?
-Por supuesto que mi hermano. Gemelo, de hecho. -Hace una pausa de unos segundos, la cual yo aprocecho para intentar asimilar todo esto. ¿El gemelo de Capomafia? Parece increíble. -¿De verdad nada, Eyland? Esperaba más de ti...
-¿A qué te refieres con eso?
-Y que un chico tan simplón haya desbaratado tantos planes... Claro que no ocurrirá lo mismo conmigo al mando.
-Maldita sea. -Me pongo rojo y suspiro furioso. -¿De qué demonios hablas?
-“Cuando deseen encontrarme, recuerden que el lobo siempre aúlla a la misma luna cuando está llena”. Dime, Eyland, ¿qué ves en el cielo?
-Una luna llena. Entonces tú...
-Parece que por fin te has dado cuenta.
-Impeesa.
-Correcto.
-Por fin te veo la cara. -Interviene, de pronto y sin previo aviso, mi compañera de viaje, que había estado todo este tiempo en silencio, observando expectante el transcurso de la acción.
-Oh, tú debes de ser la preciosa Engla. -¿Cómo sabe él...? -Un placer volver a verte, todo sea dicho.
-¿Me conoces?
-Bastante bien, querida. -Ríe de nuevo, de esa forma que lo hace parecer tan siniestro. -La pregunta adecuada es... ¿te conoces tú? -¿Y eso a qué viene?
-Yo... Yo... -Se ve realmente impactada, como si la cuestión hubiera tenido en ella el efecto de un cubo lleno de agua helada. ¿Qué ocurre, Engla?
-Déjala en paz. -Replico, casi a gritos. -No juegues con ella.
-Oh, ¿y por qué no? Puedo.
-No pienso permitírtelo.
-¿Y qué vas a hacer al respecto? -Una sonrisa casi diabólica se dibuja en su rostro adornado con la barba de tres días.
-Te encontraré... -Digo entre dientes, sintiéndome como un león al que acaban de retar a un duelo por el liderato de su manada. -Y entonces...
-¿Y entonces qué, Eyland?
-Te mataré.
-Oh. -Ríe por cuarta vez. Maldita sea, ¿qué le pasa en la cabeza a este tipo? No es nada cuerdo. -Permíteme dudarlo.
-¡¿Que te qué?! ¿Pero tú te has visto? -Tiene que estar bromeando. Luce tremendamente demacrado, ¿de verdad espera aguantar uno de mis golpes?
-Ya puedes venir conmigo, pequeño amigo mío.
Al principio pienso que me habla a mí, pero me equivoco. Se gira en su sillón y le dice esto a lo que parece ser el aire. ¿Está hablando solo? No entiendo nada. Pero no, de nuevo error; no se ha vuelto loco. Una sombra aparece a su espalda, a lo lejos, y comienza a acercarse a él despacio, con mucha delicadeza.
-No seas muy... -No consigo oír esta palabra, pues habla con la sombra a susurros. -¿Está bien? -Y la forma asiente.
-Vale. -Esto sí puedo escucharlo con claridad y, la voz, me es extrañamente familiar...
Y es entonces cuando alcanza la pequeña luz que ilumina a Impeesa.
-¡Desmond!

lunes, 2 de marzo de 2015

Último Rugido (IX)







IX
Eyland

-Entonces... Es un adiós.
-Puedes volver otro día, Eyland.
-No. Tengo que despedirme de la que fue mi ciuad.
-¿Por qué?
-Mis motivos tengo. -Respondo cortante.
-¿Para siempre?
-Para dentro de mucho tiempo, como mínimo.
Tengo que hacerlo, debo dejar Niflheim atrás. No me trajo más que problemas ya desde hace un tiempo. Además, ya nada me une realmente a este lugar: Mamá está viviendo ahora en Agder, a Desmond obviamente se lo llevaron de aquí, y papá y Paul...
-Nos vamos ya, Engla.
-Como quieras, Shinjin. -Se me acerca lentamente y me abraza por la espalda con ternura.
-Te quiero, señorita Fire. -Últimamente ha cogido esa costumbre, la de mantenerme pegado a ella siempre que puede, y he de reconocer que me encanta.
-Y yo a ti, señor Rise.
-Tenemos que partir ya.
-En marcha.
Asiente y me separo de ella, despacio. Abro las compuertas de la nave recién repuesta de combustible, haciendo caer la escalinata de acceso ante nosotros. Subo tras Engla, admirándola desde atrás; maldita sea, no puedo resistirme a esta chica. Intentando controlar mi líbido, me giro por última vez a la ciudad a mi espalda.
-Adiós para siempre, Niflheim. -Digo, para mí mismo.
-Vamos, Eyland. No te quedes ahí.
Engla me tiende la mano, sonriendo de esa forma tan adorable en la que solo pueden hacerlo Lysandra y ella. Me agarro a ella y, en un rápido movimiento, estoy abrazado de nuevo a mi amada. Aunque todo eso sigue sin ser suficiente para animarme, claro. Justo aquí mismo asesiné a tu hermana, Engla, ¿cómo puedes estar tan animada y cariñosa?
-¿Sabes? Yo estaré bien siempre y cuando esté a tu lado. -Dice de pronto. Casi parece que me haya leído la mente.
-Lo mismo digo. -Le sonrío, ahora sí de verdad, de vuelta.
-Subamos.
Y, nada más lo dice, lo hacemos; dejando así por fin atrás la maltrecha ciudad a la que solía llamar hogar. Recuerdo cuando volvimos aquí después de pasar por el archipiélago de Lofoten mamá, papá y yo. Estaba tremendamente triste a causa de la desaparición de mi primo, que supuestamente era Tyr, pero me animé en cuanto vi Niflheaim desde la cubiera del barco.
-Te echaré de menos, a pesar de todo.
Parece ser que Engla escucha mi emotiva despedida, pues se pone a sollozar en cuanto dejo de hablar. ¿Tanto te ha emocionado, cariño? No creo que sea para tanto, la verdad. ¿O será que te acabas de dar cuenta de algo importante?
-Eyland, yo... -Parece que va a hablar. Nunca ha tenido esa iniciativa, realmente.
-Dime, Engla.
-Yo... Yo... Me gustaría volver a Upsala. -Vaya, eso no me lo esperaba.
-¿Allí? ¿Por qué?
-Al menos una vez más. Yo... Yo crecí allí. Ese es mi hogar.
-En cuanto descansemos en Agder, vamos.
-No, Eyland. No lo entiendes. Allí ya no hay nadie, se fueron.
-¿Cómo? -No puede ser.
-Cuando marchamos sobre sobre tu ciudad. Upsala está desierto ahora. Pero sigue siendo mi casa.
-Pues eso decía. En cuanto hayamos repuesto fuerzas...
-No. Tú has podido despedirte de tu ciudad natal. Yo, en cambio...
-Pero yo voy a a...
-Ambos sabemos que no vas a volver, no tienes intención de ello, Eyland. -¿Cómo ha...? -No nos engañemos. Ninguno de nosotros tiene ahora un verdadero hogar. No tenemos a nad...
Pero, antes de que pueda terminar la frase, un ruido estruendoroso la corta; una nueva llamada de socorro, que aparece en las pantallas. Las luces rojas vuelven a encenderse y a llenarlo todo de ese ambiente caótico y nervioso.
-¡Olaf! -Aprieto el botón para responder. -¡Olaf! ¿Dónde estás?
-Me temo que no, amigo Eyland. -La pantalla se enciende y en ella aparece...
-Joseph... No... No puede ser.... Yo... Yo te maté. Yo te vi... Mi lanza...
Y el hombre se ríe a carcajadas.