IX
Eyland
-Entonces...
Es un adiós.
-Puedes
volver otro día, Eyland.
-No.
Tengo que despedirme de la que fue mi ciuad.
-¿Por
qué?
-Mis
motivos tengo. -Respondo cortante.
-¿Para
siempre?
-Para
dentro de mucho tiempo, como mínimo.
Tengo
que hacerlo, debo dejar Niflheim atrás. No me trajo más que
problemas ya desde hace un tiempo. Además, ya nada me une realmente
a este lugar: Mamá está viviendo ahora en Agder, a Desmond
obviamente se lo llevaron de aquí, y papá y Paul...
-Nos
vamos ya, Engla.
-Como
quieras, Shinjin. -Se me acerca lentamente y me abraza por la espalda
con ternura.
-Te
quiero, señorita Fire. -Últimamente ha cogido esa costumbre, la de
mantenerme pegado a ella siempre que puede, y he de reconocer que me
encanta.
-Y
yo a ti, señor Rise.
-Tenemos
que partir ya.
-En
marcha.
Asiente
y me separo de ella, despacio. Abro las compuertas de la nave recién
repuesta de combustible, haciendo caer la escalinata de acceso ante
nosotros. Subo tras Engla, admirándola desde atrás; maldita sea, no
puedo resistirme a esta chica. Intentando controlar mi líbido, me
giro por última vez a la ciudad a mi espalda.
-Adiós
para siempre, Niflheim. -Digo, para mí mismo.
-Vamos,
Eyland. No te quedes ahí.
Engla
me tiende la mano, sonriendo de esa forma tan adorable en la que solo
pueden hacerlo Lysandra y ella. Me agarro a ella y, en un rápido
movimiento, estoy abrazado de nuevo a mi amada. Aunque todo eso sigue
sin ser suficiente para animarme, claro. Justo aquí mismo asesiné a
tu hermana, Engla, ¿cómo puedes estar tan animada y cariñosa?
-¿Sabes?
Yo estaré bien siempre y cuando esté a tu lado. -Dice de pronto.
Casi parece que me haya leído la mente.
-Lo
mismo digo. -Le sonrío, ahora sí de verdad, de vuelta.
-Subamos.
Y,
nada más lo dice, lo hacemos; dejando así por fin atrás la
maltrecha ciudad a la que solía llamar hogar. Recuerdo cuando
volvimos aquí después de pasar por el archipiélago de Lofoten
mamá, papá y yo. Estaba tremendamente triste a causa de la
desaparición de mi primo, que supuestamente era Tyr, pero me animé
en cuanto vi Niflheaim desde la cubiera del barco.
-Te
echaré de menos, a pesar de todo.
Parece
ser que Engla escucha mi emotiva despedida, pues se pone a sollozar
en cuanto dejo de hablar. ¿Tanto te ha emocionado, cariño? No creo
que sea para tanto, la verdad. ¿O será que te acabas de dar cuenta
de algo importante?
-Eyland,
yo... -Parece que va a hablar. Nunca ha tenido esa iniciativa,
realmente.
-Dime,
Engla.
-Yo...
Yo... Me gustaría volver a Upsala. -Vaya, eso no me lo esperaba.
-¿Allí?
¿Por qué?
-Al
menos una vez más. Yo... Yo crecí allí. Ese es mi hogar.
-En
cuanto descansemos en Agder, vamos.
-No,
Eyland. No lo entiendes. Allí ya no hay nadie, se fueron.
-¿Cómo?
-No puede ser.
-Cuando
marchamos sobre sobre tu ciudad. Upsala está desierto ahora. Pero
sigue siendo mi casa.
-Pues
eso decía. En cuanto hayamos repuesto fuerzas...
-No.
Tú has podido despedirte de tu ciudad natal. Yo, en cambio...
-Pero
yo voy a a...
-Ambos
sabemos que no vas a volver, no tienes intención de ello, Eyland.
-¿Cómo ha...? -No nos engañemos. Ninguno de nosotros tiene ahora
un verdadero hogar. No tenemos a nad...
Pero,
antes de que pueda terminar la frase, un ruido estruendoroso la
corta; una nueva llamada de socorro, que aparece en las pantallas.
Las luces rojas vuelven a encenderse y a llenarlo todo de ese
ambiente caótico y nervioso.
-¡Olaf!
-Aprieto el botón para responder. -¡Olaf! ¿Dónde estás?
-Me
temo que no, amigo Eyland. -La pantalla se enciende y en ella
aparece...
-Joseph...
No... No puede ser.... Yo... Yo te maté. Yo te vi... Mi lanza...
Y
el hombre se ríe a carcajadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario