V
Eyland
¿Eh?
¿Qué ha pasado? No recuerdo nada...
Abro
los ojos, poco a poco, intentando acostumbrarlos a la tenue luz
mientras lo voy haciendo. El olor a fuego que desprende la vela que
ilumina esta habitación me es muy familiar, me recuerda a tiempos
mejores, tiempos en los que no tenía que ir huyendo de quienquiera
que sea la gente del Clan cada dos por tres.
Me
levanto de mi lecho y me quedo sentado mirando al frente,
contemplando la madera oscura que recubre las paredes de la sala. La
llama a mi lado, a pesar de ser pequeña, es capaz de iluminar toda
la estancia. Es asombroso.
-Qué
dolor de cabeza...
Debí
haberme golpeado hace poco, no es normal sentirse así de mal. Me
pongo la mano en la frente y, con el otro brazo, me impulso para
ponerme de pie. Me mareo y tropiezo, pero consigo evitar mi caída
apoyándome en la pared con el hombro.
-Todo
me da vueltas...
Camino
muy despacio, intentando no caer de nuevo, ya que es posible que no
fuera capaz de levantarme por segunda vez. Un momento... ¿Por qué
no me duelen las piernas? Recuerdo recibir ahí un disparo.
-Vaya...
Me
aproximo poco a poco hacia una puerta abierta por la que entra la
luz, supongo que de la luna. Entro en la sala y encuentro lo que
pensaba, un baño con lo justo para una persona: un lavabo, una
ducha, un inodoro y un espejo justo encima del lavamanos.
Me
mojo la cara repetidas veces hasta que consigo despertarme y levanto
la vista hacia el espejo, no reconozco a la persona que veo. Ese
chico no soy yo, él tiene muy mala cara, la piel amarillenta y
enormes ojeras, sin contar lo muy alborotado que está su pelo.
-Qué
feo eres, amigo.
Bromeo
con mi reflejo, es la única forma de llevar esta situación sin
volverme loco, aunque quizá ya lo esté y no me he dado cuenta...
Las cosas han cambiado mucho desde que conocí a Tyr hace apenas una
semana.
Me
doy una ducha y vuelvo a la habitación en el momento justo en que
una ráfaga de viento apaga la vela que me iluminaba.
-Oh,
genial...
Busco
la puerta a tientas para intentar salir de este sitio y ver dónde
estoy. ¿Cómo llegué aquí exactamente? Recuerdo caer en la isla y
luego.... Bueno, luego nada.
Encuentro
por fin el pomo de la puerta, lo hago girar y una gran bocanada de
viento golpea mi rostro. Esta sensación es inmejorable, hacía
tiempo que no tenía un momento así, a solas con la naturaleza bajo
la luz de la luna.
Esto
me recuerda a...
-¡Tennō!
¡Estoy en Tennō!
-Baja
la voz, malnacido. -Un hombre me amonesta desde su ventana a pocos
metros de donde estoy.
-Lo
siento. -Me disculpo y asiente.
Ahora
lo entiendo todo: la madera, las velas, la pierna... Deben de haberme
curado las heridas con su extraño mejunje como aquella vez, mi
última visita a este extraño, pero a la vez tranquilo lugar.
-Disculpe.
-Interrumpo la vuelta del hombre a su casa.
-¿Qué
quieres, chico? Está a punto de amanecer.
-¿Me
podría decir dónde estoy?
-¿Y
eso a ti que más te da? -Oh, qué borde es. No recordaba a las
gentes de este pueblo tan hostiles, bueno, al menos no hasta que
llegó Tyr.
-Por
favor, me gustaría saberlo de verdad. -Lo miro de la forma más
adorable que puedo, aunque sé que no sirve de nada.
-Si
no hay más remedio... -Se encoje de hombros. -En este mismo momento
estás en Yggdrasil(1), esta pequeña isla que ves.
-¿Yggdrasil?
-Lo miro extrañado. -Pensé que estaba en Tennō...
-Un
momento. -Su expresión cambia, y ahora me mira fijamente, su rostro
sin decir nada de nada. -¿Cómo has dicho?
-He
dicho Tennō. -Repito.
-Ese
sitio... Sí, oí hablar de ese lugar en algún lado.
-Es
mucho parecido a este. ¿Seguro que no es aquí?
(1)
Yggdrasil: Es un fresno perenne: el árbol de la vida, o fresno del
universo, en la mitología nórdica. Sus raíces y ramas mantienen
unidos los diferentes mundos.
-No...
-Me mira con rabia. -¡Esto no es Tennō!
Esos
ojos... Esa forma en la que se inclina hacia mí a través de la
ventana... Este lugar sí es el lugar que conocí, la isla flotante
en la que caí tras mi primer viaje en las espirales del tiempo.
-¿Qué
pasó aquí exactamente?
-¿Que
qué pasó? ¡Que llegaste tú!
El
individuo se inclina aún más, y entra en el halo que proporciona la
luz de la luna. Él es... Él es... No puede ser. Definitivamente
estoy en Tennō, aunque ahora se llame... ¿Cómo era, Yggdrasil?
-Yo
te conozco, tú eres...
-Kisho(2).
-Me interrumpe. -El padre de Haruka.
-Lamento
mucho aquello, nunca quise que...
-Me
da igual lo que quisieras o lo que no.
-Pero...
-No sé qué decir, el dolor puede conmigo y tapona las palabras al
fondo de mi garganta.
-Pero
nada. Mi hija está muerta.
-Haruka...
-Cae una lágrima, mojando la parte derecha de mi cara. -Yo nunca
quise que ella se viera involucrada en...
-Que
no me importa, te digo. La cuestión es que ella fue asesinada por...
¿Por qué, por un chico que ni siquiera sabe cuidar de sí mismo?
-Sí
que sé cuidar de mí mismo. Además, yo siempre intenté proteger a
tu hija.
-¿Y
Engla? ¿Cuando estabas con ella también protegías a mi querida
Haruka? -Hace una pausa. -Ah, ya lo recuerdo. No lo hacías.
-Yo...
-Me mira con todo el desprecio que puede. -No. -Agacho la cabeza. -En
esos momentos no. Lo lamento.
-Y
más que lo vas a lamentar... -Levanta su puño contra mí. -Pero no
seré yo quien te pegue. O al menos, no ahora.
-¿Qué
quiere decir?
-Oh
nada. -Esconde una risa. -Ya lo verás.
(2)
Kisho: Nombre japonés, se traduce como “aquel que conoce su propia
mente”.
¿A
qué se referirá con eso? ¿Van a hacerme algo? Es decir, entiendo
que tengan ganas de acabar conmigo, pero, ¿qué me tienen preparado?
Además, ese nombre que le han dado a la isla... ¿Han sido ellos?
¿Por qué?
-Yggdrasil...
-Digo.
-¿Qué
le pasa? -Responde cortante.
-¿Por
qué ese nombre?
-Digamos
que... Tus “amigos”... -Gesticula las comillas con sus propios
dedos. -Llegaron aquí y bueno, arrasaron con todo. Después de eso,
tomaron el control de nuestro poblado.
-¿De
verdad?
-¿Por
qué iba a mentirte? De eso ya te encargas tú.
Su
sarcástico y cruel comentario hace mella en mi pobre corazón.
Siento como un pinchazo en el pecho y lágrimas empiezan a correr por
todo mi rostro. Mis piernas comienzan a perder firmeza y acabo en el
suelo, sentado, con las manos en la cara, sollozando.
-Yo...
-Mi voz es un simple suspiro. -¡Yo nunca le he mentido!
De
pronto, mi voz coge fuerza, y la causa de la falta de aire deja de
ser la tristeza para dar paso a la rabia que tenía contenida.
-¿Y
qué me dices de Haruka? ¿A ella tampoco le mentiste?
-A
ella... -Miro al suelo. -Le dije que la amaba.
-Oh,
ahora empiezo a entender muchas cosas...
-¿A
qué se refiere?
-Yo
te acepté en mi casa porque pensé que eras honrado, porque pensaba
que mi hija tenía buen gusto, no sé si me explico.
-No
mucho, la verdad. -¿De qué habla?
-Me
refiero a que mi hija te amaba. -Hace una pausa para mirarme
fijamente. -Te quería con locura.
-Y
por eso se sacrificó... -Otra punzada en el pecho. Este lugar me
trae tantos malos recuerdos a la mente...
-¿Y
dónde están ellos ahora?
-¿Ellos
quiénes?
-El
Clan, quiero decir.
-Pensé
que eras más listo, chico.
-¿A
qué te refieres con eso?
-¿Es
que no es obvio?
Kisho
desaparece de la ventana, dejando una vista del salón de su casa
-una de las pocas que quedan en pie- iluminado por la luz de la luna.
A los pocos segundos aparece en la puerta de su casa, apoyado en la
barandilla del porche.
-Ven,
hijo. Acércate.
Me
hace señas con la mano de que vaya hacia él y yo, casi de forma
mecánica, obedezco sin dudar.
-Me
refería a esto.
Se
mueve hacia fuera del porche y, cuando lo hace, dejo de caminar hacia
él. La luz tenue de la luna alumbra tanto su cuerpo como el mío,
pero no su rostro. Comienzo a retroceder en cuanto lo veo iluminado.
-No...
No... No puede ser cierto.
Sigo
retrocediendo hasta que me tropiezo con una piedra y caigo al suelo,
golpeándome la espalda contra las rocas. Aún no soy capaz de
creerlo. ¿Él? ¿Es por culpa mía? No me lo explico, aunque me
aclara un par de cosas...
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