III
Tyr...
Tyr... Por favor, despierta y dime que estás bien. Por favor... Mis
ojos empiezan a humedecerse, las lágrimas corren por mi cara de
forma realmente poco controlada. ¿Qué me pasa? Yo no soy así, yo
nunca lloro. ¿Por qué le he cogido tanto cariño a este chico? Es
de locos, ¡a penas lo conozco hace media hora! No sé nada de él y
él tampoco sabe nada de mí, ¿por qué razón me preocupo tanto por
él?
Me
acerco al cuerpo de mi reciente amigo con delicadeza, despacio,
todavía me asusta un poco verlo ahí tirado de lado, envuelto en
sangre y con un cuchillo clavado su estómago. Es tan... extraño,
desprende un aura alegre, llena de viva, aún a pesar de que
claramente no lo está. Me fascina. Temblando y como puedo, llego al
lugar donde está Tyr echado. Mareado y evitando el vómito en mi
garganta, me agacho para verlo todo un poco más de cerca. El
cuchillo a penas ha rasgado su camiseta rockera, es un corte bastante
limpio. Sus ojos, expresan tanto... Tiene la mirada vacía, como
aquel que se ha quedado ciego y no mira a ningún sitio en
particular. Su rostro tiene una mueca de dolor y de horror, una mueca
de completa desesperación; ver esto es algo terrible. Sus manos
están en tensión, apretadas de la misma forma que las garras de un
águila cuando agarra a su presa y la levanta por los aires. Está
tan pálido... Su piel empieza a tener un tono amarillento, más
normal en un ser muerto que en uno vivo. ¿Por qué no puedo
reaccionar? ¿Por qué no puedo coger el teléfono y llamar a la
policía sin más? Es como si este espectro al que hace unos minutos
veía comiendo conmigo en una hamburguesería me hipnotizara, me
obligara a seguir inspeccionándolo. Vuelco un poco el cuerpo hasta
ponerlo tumbado cara arriba. En este momento veo algo que me
horroriza tremendamente, uno de sus ojos parece querer abrirse. ¿Cómo
es esto posible? Él, él está muerto, yo he visto como lo mataban.
Este
hecho me hace reaccionar, por lo que cojo mi teléfono móvil y marco
el número de emergencias. Espero que la ambulancia realmente llegue
pronto, esto no puede transmitirme peores sensaciones.
-Venga,
por favor, despierta. -Soy capaz de decir entre sollozos.
A
lo lejos escucho sirenas, ¿serán por fin las ambulancias y la
policía que vienen a rescatar a mi amigo? Realmente así lo espero.
-Venga,
venid, rápido... -Repito esta frase, casi como un rezo, esperando
que tenga algún efecto y acabe por invocar a los servicios de
emergencias.
Falsa
alarma, parece que se alejan. Cada vez se escucha menos el sonido de
las sirenas, posiblemente vayan al concierto, siempre suele haber
alguna intoxicación etílica o cosas por el estilo en este tipo de
festivales.
-Agg.
-Me retuerzo. -¿Cuándo demonios llegarán aquí? Realmente los
estoy esperando. Maldición.
Entre
susurros y maldiciones no lo había notado, el cuerpo de Tyr cada vez
es más pesado, y mis manos y mis ropas están ahora todas llenas de
su sangre.
-Oh,
dios, chico, esto es mucho peor de lo que nos contaste por teléfono.
Subidlo a la camilla, rápido.
La
voz del sanitario llega de completo improviso, ¿no se habían ido?
Posiblemente fue mi conciencia loca la que me hizo pensar eso y tener
esa sensación. La mente a veces puede jugar este tipo de malas
pasadas, ¿no? Contemplo, desde mi ángulo y completamente inmóvil
como todo un equipo de paramédicos elevan a mi compañero de esta
noche en el aire y lo dejan caer de forma especialmente delicada
sobre una camilla que parecía estar ahí preparada desde hace ya un
buen rato. ¿Cuánto tiempo he estado ausente del mundo? ¿Cuántas
cosas me habré perdido mientras mi mente viajaba sola entre sus
propios recovecos?
-Chico,
nos llevamos a tu amigo al Hospital General. Puedes subir en la parte
de detrás de la ambulancia y hacerle compañía, necesitará de tu
apoyo si quiere salir de esta. -El sanitario me guiña un ojo.
-¿Podrías darnos algún dato suyo? Para avisar a sus familiares más
cercanos y hacerle la ficha médica.
-Pues
la verdad... -Acabo de darme cuenta, no puedo decirles nada, ¡no sé
nada de él! -La verdad es que no puedo darles ningún dato, he
conocido esta misma noche a este chico, durante el Loud'n Rock,
hará poco menos de una hora. Sólo sé que se llama Tyr y que vive
por aquí cerca. Siento no ser de más ayuda.
-No
pasa nada chico.
El
médico tiene gesto pensativo. Deduzco que busca alguna forma de
poder identificar a mi amigo. Durante los instantes en los que el
doctor piensa, puedo ver toda una serie de acontecimientos hasta
ahora desconocidos. Comienzan por extraer, de forma tremendamente
lenta, el cuchillo de la parte anterior de Tyr. Casi al mismo tiempo,
colocan unas gasas encima de la herida y presionan, supongo que para
tapar el flujo sanguíneo. Es increíble, puedo ver desde aquí como
caen las gotas de sudor por la frente y el cuello de uno de los
paramédicos que, según su camiseta, se llama Mike. A continuación
le meten un tubo con lo que supongo que es oxígeno por la boca. El
tubo es enorme, le tiene que llegar hasta bastante profundo en la
garganta.
-Chico,
creo que ya sé qué vamos a hacer. Supongo que tu amigo llevará la
cartera encima, ¿no?
¡Claro!
¿Cómo no se me había ocurrido antes? ¡La cartera! Hay que ser
idiota para no darse cuenta. Me acerco al paramédico intentando no
interrumpir su tan importante labor actual:
-Perdone,
¿podría coger la cartera del chico que está aquí tumbado? Es de
vital importancia. -Saco mi mejor sonrisa de chico bueno.
-Lo
siento, pero eso ahora no es posible. Estamos muy ocupados intentando
salvarle la vida al chaval. La cartera puedes esperar, ¿no crees?
Noto
un gran desprecio en sus palabras. ¿Qué se habrá creído? Vale que
la prioridad es salvarlo, pero tampoco es como para menospreciarme de
esa forma. Estoy preocupado por mi amigo, maldita sea.
La
ambulancia se para, creo que por fin hemos llegado, pues se empiezan
a mover aquí detrás. Las puertas de la ambulancia se abren y cogen
la camilla por los lados.
-Chico,
apártate.
Otra
vez malas formas. Ya no es solo desprecio, es casi odio. Su mirada se
mete dentro de mi ser y me destruye desde dentro como lo hizo Ulises
y su caballo en el mito de Troya. Ese hombre tiene algo contra mí y
no sé lo que es. ¿Qué narices he hecho yo para que se porte así
conmigo?
Me
aparto cabreado y preocupado a la vez. <<Mi cara tiene que ser
un poema en este momento>>, pienso. Los sanitarios bajan la
camilla de la ambulancia y, acto seguido, bajamos el doctor y yo.
Entramos por la puerta de Urgencias a toda prisa, mientras los
camilleros gritan los datos del accidente esperando una respuesta
como <<Quirófano listo>> por parte de los médicos de
dentro del Hospital. Por fin llegamos a las puertas correderas, nunca
un tramo de veinte metros se me había hecho tan largo.
-Quirófano
tres preparado, el anestesista y el cirujano están allí ya,
esperando. -El celador informa a los paramédicos en cuanto las
puertas se abren.
-Vale,
¡quirófano tres! -El camillero que va delante grita e informa a los
de atrás. -Varón de unos diecisiete años de edad. Puñalada en el
estómago. -El paramédico de delante devuelve información al
celador y este corre a avisar al cirujano de la situación.
Seguimos
avanzando, torcemos a la izquierda y luego seguimos el largo pasillo
hasta las puertas del quirófano, ¿por qué se me hace tan largo
este tramo? A penas son cinco metros. Por fin llegamos a las puertas,
donde hay un hombre robusto vestido de azul aguantándolas abiertas.
Los camilleros entran con Tyr y el médico les sigue. De pronto, algo
me frena a mí en seco:
-Lo
siento, no puedes entrar ahí. -El hombre está deteniendo todas mis
ganas de ver a mi amigo con una sola mano. -Tienes que quedarte
fuera, en la sala de espera.
-No...
¿no puedo ver a mi amigo?
Una
lágrima cae sobre mi rostro al mismo tiempo en el que veo encenderse
un letrero luminoso encima de la puerta que dice <<Operación
en curso>>. Triste y cabizbajo me dirijo con pasos pesados y
lentos hacia la vacía y fría sala de espera. Me siento en una de
las azules e incómodas sillas y me dispongo a esperar. Me miro las
manos y me doy cuenta de que todavía voy manchado de sangre de Tyr,
por lo que decido ir al baño.
El
baño tampoco es muy diferente de la sala de espera: Baldosas
blancas, suelo de mármol y paredes de un color amarillento, tan
apagado como mis ganas de seguir viviendo este día. Me acerco al
lavabo y me empiezo a lavar las manos con la fría agua y el escaso
jabón líquido que proporciona este hospital. Una vez hecho esto,
repito el proceso de llenar mi manos de agua, esta vez para dirigirla
a mi rostro.
Me
miro al espejo y veo a cualquier chico menos a mí. Estoy pálido
completamente, con la ropa rasgada, sucia y llena de sangre, con
ojeras, sin afeitar, el pelo revuelto y los ojos sin expresión
alguna. Realmente no soy capaz de reconocer a la persona que está al
otro lado del espejo. Me echo agua en la cara un par de veces más
con la esperanza de que me despierte de lo que parece ser una
pesadilla vivida en la vida real. Salgo del baño con menos
esperanzas de las que tenía cuando entré y me siento en una silla
cualquiera.
-¿Es
usted Eyland Rise? -Un hombre uniformado de negro se me acerca.
-Sí,
soy yo. -Lo miro, con cierta expresión extraña. O eso creo, no sé
si mi cara es capaz de mostrar emociones en este momento.
-Queda
usted detenido. -El hombre saca unas esposas y me ata las muñecas.
No me da tiempo alguno a oponer resistencia.
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